Daniela-Iuliana, 18/12/2014
Había una vez,
unos árboles que
podían hablar y
moverse. Tenían las hojas
tan duras que no
se les rompían nunca.
Uno de
los árboles se chuleó tanto de esta característica que el
viento se enfadó,
e hizo que
el invierno apareciera
acompañado de una tormenta.
Cuando la
tormenta paró, ya todos los
árboles se habían
quedado sin hojas. Al
llegar la primavera, a
todos los árboles
les habían crecido
las hojas menos
al joven generoso porque se le habían congelado las ramas con la
tormenta. Para agradecerle al árbol lo
que hizo por
ellas, las mariposas se
sentaron encima de él
cubriendo sus ramas con preciosos colores a modo de hojas.
Desde entonces, ese
árbol fue considerado en el
bosque el mejor del mundo.
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